Carta a Cuba

Bien me lo dijeron antes de pisar esta hermosa isla. "Cuba te cambia y una vez que regresas, nada vuelve a ser como antes" 

Nos llaman los "cubastalgics". Somos los que suspiramos nuestros recuerdos de aquellos paseos en coches antiguos por el malecón y anhelamos regresar con más tiempo para disfrutar de otra puesta de Sol con sabor tropical.

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Cuba me enamoró en toda la extensión de la palabra. Su gente es cálida, inteligente, amigable, divertida e interesante. Su historia da para entablar platicas que llevan a la reflexión, desde lo que tenemos hasta lo que nos sobra, con un rebeldismo único que me recordó que no importa de donde vengamos o cuanto tiempo tomé llegar al destino final, mientras tus ideales guíen el camino.

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En Cuba se respira una libertad de espíritu. De esa que no te juzga por bailar en las calles y que te permite perderte en ellas sin sentirte extraviado. La libertad de acercarte a un extraño sin esperar nada más que una buena charla y de regresar a casa cada noche con nada más que una sonrisa y el corazón lleno de nuevos recuerdos.

Una libertad de esa que te aliviana el alma y aligera la carga mental.

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Cuba me enseñó a desconectar -literalmente- de todo y todos fuera de esta isla. A conocer a la antigua, con pluma y papel en mano para anotar un teléfono. A llamar a esas nuevas personas que este país me presentó, mis amigos. A confiar en la palabra del otro y cumplir la mía. 

A consumir simplemente lo que le hace bien al alma, sin tener que sacar la cartera para eso. Y claro, a comer sin culpa y beber sin contar.

En Cuba fui feliz estando sola y acompañada. Las calles me platicaban lo mágico que puede ser vivir sin mucho y su gente me recordaba que la felicidad está en el espíritu y queda en uno elegirla por sobre cualquier circunstancia.

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Algún día regresaré a ti Cuba.

Este romance apenas empieza. 

- Karen

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